Experiencias de desarrollo en China y América Latina
2020-01-08PorlGNAClOVlLLAGR
Por lGNAClO VlLLAGRÁN*
Aprendizajes y desafíos para las próximas décadas
Ignacio Villagrán.
D ESDE comienzos del siglo pasado hasta la postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, muchos países de América Latina parecían destinados a la prosperidad y el crecimiento sostenido. Sin embargo, los cambios en los flujos comerciales y en los términos de intercambio durante la última mitad del siglo XX transformarían significativamente su posición relativa en el escenario mundial.
Los distintos procesos políticos y sociales por los que atravesarían los países de América Latina ponían en evidencia las dificultades de la región para trazar un camino de desarrollo. Las tensiones políticas en estos países se resolvieron de manera violenta, especialmente a partir de las sangrientas dictaduras de las décadas de 1970 y 1980. En el caso de la Argentina, los gobiernos de facto llevaron adelante un programa de desarticulación de la producción industrial, subordinando los objetivos de crecimiento nacional a la agenda económica de sectores agroexportadores y financieros. Durante la década de 1990, con gobiernos plenamente constitucionales, se profundizó esta tendencia, y con la desregulación y las reformas del Estado crecieron las desigualdades estructurales de las sociedades latinoamericanas.
Recién en la primera década del nuevo milenio, algunos gobiernos de corte progresista en América Latina buscaron recomponer la matriz socio-productiva que permitiera la incorporación de sectores excluidos al circuito de la producción, el trabajo y el bienestar material indispensable para el crecimiento económico y el desarrollo social.
China, por su parte, vivió un proceso muy distinto. Tras más de un siglo de fragmentación política interna y avasallamiento de sus derechos internacionales, la fundación de la República Popular el 1 de octubre de 1949 puso en marcha el proceso de fortalecimiento de la nación y de consolidación del liderazgo del Partido Comunista de China (PCCh) bajo la primera generación de dirigentes, encabezada por Mao Zedong y Zhou Enlai, entre otros grandes líderes revolucionarios.
La recuperación de la soberanía política fue el punto de inicio para transitar un camino, que si bien no fue nunca fácil, ha llevado a China a consolidarse como una de las principales naciones del globo. La incorporación plena de la República Popular China a la ONU en 1971 le permitió establecer relaciones diplomáticas con un mayor número de naciones. En la década de 1980, China llevó adelante los primeros experimentos en el gran proceso de Reforma y Apertura, lo que facilitó su vinculación comercial y su inserción productiva en el sistema internacional. A comienzos de este siglo, las relaciones comerciales tuvieron un crecimiento exponencial tras el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio. En la actualidad, China es la segunda mayor economía del planeta, es líder en el desarrollo de nuevas tecnologías y mantiene altísimos índices de educación.
La pregunta es entonces, ¿qué elementos de la experiencia de crecimiento de China pueden ser estudiados desde América Latina para llevar adelante experiencias de crecimiento? Si bien son muchos los aspectos que merecen ser tenidos en cuenta, hay uno que nos llama particularmente la atención a los observadores de esta parte del mundo: el incremento sostenido en los niveles de vida de la población urbana y el éxito en la erradicación de la pobreza.
La vía china para elevar la calidad de vida
En octubre de 2019, la República Popular China cumplió sus primeros 70 años de existencia. De esas siete décadas, las últimas cuatro han estado signadas por un crecimiento macroeconómico sostenido sin precedentes. Desde comienzos de la década de 1980, con un crecimiento del PIB anual de hasta dos dígitos, China logró quintuplicar su PIB cada 10 años. Gracias a las medidas adoptadas a partir de la Reforma y Apertura, que permitieron aprovechar al máximo la base industrial y el conocimiento técnico que se habían establecido durante las décadas anteriores, China es hoy la segunda economía del planeta y se proyecta como la principal potencia económica en la segunda mitad del siglo XXI.
Pero el crecimiento macroeconómico no fue todo. La experiencia de China se caracteriza por el énfasis en lograr el desarrollo social integral. Los líderes del PCCh han prestado especial atención a la necesidad de combinar crecimiento económico sostenido con desarrollo social. En este sentido, uno de los logros más significativos ha sido que más de 800 millones de personas salieron de la pobreza entre 1981 y 2015, según datos del Banco Mundial.
Shenzhen fue una de las primeras ciudades chinas en abrir sus puertas al exterior. Cnsphoto
Las dos últimas generaciones de líderes, la que marcó el inicio del nuevo milenio con Hu Jintao y Wen Jiabao como referentes, y la actual, encabezada por el presidente Xi Jinping y el primer ministro Li Keqiang, han sido capaces de redefinir la dirección de la economía para favorecer a los sectores que habían quedado postergados durante las dos primeras décadas del proceso de Reforma y Apertura.
En este sentido, el Gobierno chino ha llevado adelante programas de mejoras en las aldeas rurales. Por ejemplo, en la primera década del nuevo milenio se inició el programa del Nuevo Agro Socialista (shehuizhuyi xin nongcun), mediante el cual se reglamentó la paulatina disminución del impuesto agrícola, se establecieron subsidios a la producción, se promovió la renovación de la infraestructura y se establecieron medidas para garantizar el acceso a la educación en las zonas rurales.
Mejoras palpables
En años recientes, China ha sumado la mejora de los niveles de vida urbanos a los esfuerzos por erradicar la pobreza en las áreas rurales. Asimismo, la clase media urbana ha comenzado a consumir productos de mayor calidad, convirtiendo a China en uno de los mercados más atractivos para la exportación.
En tal sentido, es importante resaltar que China ha logrado alcanzar una gran parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, reduciendo la mortalidad infantil, incrementando el acceso a la educación, y mejorando las condiciones alimentarias y sanitarias de su población, así como la infraestructura en transporte y la vivienda. En vistas a estos resultados, el presidente Xi propuso alcanzar una sociedad moderadamente próspera en las próximas décadas bajo el lema del “sueño chino del rejuvenecimiento nacional”.
Mediante políticas de largo plazo y una clara concepción del desarrollo con inclusión social, cuidado del medio ambiente y equilibrio a nivel regional, China está mejorando significativamente sus índices de desarrollo humano. Si bien acordamos que no hay una receta única para el desarrollo de las sociedades y que cada nación tiene que resolver sus propias contradicciones internas, entendemos que la experiencia de China debe ser tenida en cuenta al momento de diseñar políticas de combate a la pobreza que sirvan a las poblaciones de América Latina.